jueves, 29 de marzo de 2012

Judith y Holofernes


"Desayuné en mi pabellón de madreselva y leí el libro de Judith y envidié al feroz pagano Holofernes por su real hembra, que le corta la cabeza, y por su bello y sangriento final.

El Señor lo ha castigado por medio de una mujer.

La frase me asombra.

Qué poco galantes son estos judíos, pensé, y su Dios bien podría escoger expresiones más decentes cuando habla del bello sexo.

El Señor lo ha castigado por medio de una mujer, repetí para mí. Bueno, ¿qué puedo hacer yo para que me castigue?"

Fragmento de La Venus de las pieles (Leopold von Sacher-Masoch)

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martes, 27 de marzo de 2012

Fragmento de "Memorias del subsuelo" (Fiódor M. Dostoievski)

 Así comienza uno de mis libros favoritos:

"Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele.
Ni me cuido ni me he cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente supersticioso... lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un hombre instruido. Podría, pues, no ser supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por pura maldad. Ustedes seguramente no lo comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad. Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si me pongo peor, me alegraré más todavía.


Hace ya mucho tiempo que vivo así; veinte años poco más o menos. Ahora tengo cuarenta. He sido funcionario, pero dimití. Fui funcionario odioso. Era grosero y me complacía serlo. Ésta era mi compensación, ya que no tomaba propinas. (Esta broma no tiene ninguna gracia pero no la suprimiré. La he escrito creyendo que resultaría ingeniosa, y no la quiero tachar, porque evidencia mi deseo de zaherir.) Cuando alguien se acercaba a mi mesa en demanda de alguna información, yo rechinaba los dientes y sentía una voluptuosidad indecible si conseguía mortificarlo. Lo lograba casi siempre. Eran, por regla general, personas tímidas, timoratas. ¡Pedigüeños al fin y al cabo! Pero también había a veces entre ellos hombres presuntuosos, fanfarrones. Yo detestaba especialmente a cierto oficial. Él no quería someterse, e iba arrastrando su gran sable de una manera odiosa. Durante un año y medio luché contra él y su sable, y finalmente salí victorioso; dejó de fanfarronear. Esto ocurría en la época de mi juventud.
Pero ¿saben ustedes, caballeros, lo que excitaba sobre todo mi cólera, lo que la hacía particularmente vil y estúpida? Pues era que advertía, avergonzado, en el momento mismo en que mi bilis se derramaba con más violencia, que yo no era un hombre malo en el fondo, que no era ni siquiera un hombre amargado, sino que simplemente me gustaba asustar a los gorriones. Tengo espuma en la boca; pero tráiganme ustedes una muñeca, ofrézcanme una taza de té bien azucarado, y verán cómo me calmo; incluso tal vez me enternezca. Verdad es que después me morderé los puños de rabia y que durante algunos meses la vergüenza me quitará el sueño. Sí, así soy yo.
He mentido al decir que fui un funcionario perverso. He mentido por despecho. Yo trataba, simplemente, de distraerme con aquellos peticionarios y aquel oficial, y jamás conseguí llegar a ser realmente malo. Me daba perfecta cuenta de que existían en mí gran número de elementos diversos que se oponían a ello violentamente. Los sentía hormiguear dentro de mi ser, por decirlo así. Sabía que estaban siempre en mi interior y que aspiraban a exteriorizarse, pero yo no los dejaba salir; no, no les permitía evadirse. Me atormentaban hasta la vergüenza, hasta la convulsión. ¡Oh, qué cansado, qué harto estaba de ellos!
Pero ¿no les parece, señores, que estoy adoptando ante ustedes una actitud de arrepentimiento por un crimen que no sé cuál es? Estoy seguro de que ustedes imaginan... No obstante, les advierto que me es indiferente que se lo imaginen o no.
No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado; no he conseguido ser guapo, ni perverso; ni un canalla, ni un héroe..., ni siquiera un mísero insecto. Y ahora termino mi existencia en mi rincón, donde trato lamentablemente de consolarme (aunque sin éxito) diciéndome que un hombre inteligente no consigue nunca llegar a ser nada y que sólo el imbécil triunfa. Sí, señores, el hombre del siglo XIX tiene el deber de estar esencialmente despojado de carácter; está moralmente obligado a ello. El hombre de carácter, el hombre de acción, es un ser de espíritu mediocre. Tal es el convencimiento que he adquirido en mis cuarenta años de existencia.
Sí, tengo cuarenta años... Cuarenta años son toda una vida; son... una verdadera vejez. Vivir más de cuarenta años es una inconveniencia, algo inmoral y vil. ¿Quién vive después de cumplir cuarenta años? ¡Respondan sinceramente, honradamente! Voy a decírselo a ustedes: los imbéciles y los bribones. Sí, ésos son los que viven más de cuarenta años. ¡Se lo diré en la cara a todos los viejos, a todos esos respetables viejos de rizos plateados y perfumados! Lo proclamaré ante el universo entero. Tengo derecho a hablar así porque yo viviré hasta los sesenta, hasta los setenta, hasta los ochenta años!... ¡Esperen! ¡Déjenme recobrar el aliento!
Ustedes se imaginan seguramente que mi propósito es hacerles reír. Pues no; se equivocan en esto, como en todo lo demás. No soy en modo alguno tan alegre como sin duda les parezco. Por otra parte, si, irritados por toda esta palabrería (porque ustedes están irritados; lo veo), me pregunta qué soy en fin de cuentas, les responderé: soy un asesor de colegio. Ingresé en la Administración para poder comer (únicamente para eso), y el año pasado, cuando un pariente lejano me legó seis mil rublos, dimití al punto y me enterré en mi rincón. Hacía ya mucho tiempo que estaba aquí, pero ahora me he instalado definitivamente. La habitación que ocupo está en los confines de la ciudad y es fea, destartalada. Mi criada es una vieja campesina, malvada por falta de inteligencia. Además, huele mal. Me dicen que el clima de Petersburgo me perjudica, que la vida aquí es muy cara, e ínfimos los recursos de que dispongo. Lo sé; lo sé mucho mejor que todos esos sabios donadores de consejos. Pero me quedo en Petersburgo. No me iré de Petersburgo porque... Bueno, ¿qué importa que me marche o no?
Sin embargo ¿de qué puede hablar un hombre honrado con más placer?
Respuesta: de sí mismo. ¡Por lo tanto, voy a hablarles de mí mismo!"

Jan Van Eyck

No sé qué tienen los cuadros de Jan Van Eyck que me fascinan...

















sábado, 24 de marzo de 2012

Fragmento de "Lolita" (Vladimir Nabokov)

"La breve franja de arena blanca que era «nuestra playa» –de la cual nos habíamos apartado un poco en busca de profundidad–, estaba vacía en días de trabajo. No había nadie en torno de nosotros, salvo las dos figurillas tan ocupadas de la orilla opuesta y un aeroplano particular color rojo oscuro que planeó sobre nosotros y desapareció en el azul. El lugar era, en verdad, perfecto para un súbito crimen entre burbujas, y contaba además con un detalle interesantísimo: el hombre de ley y el hombre de agua, bastante cerca para presenciar un accidente y bastante lejos para no observar un crimen. Estaban bastante cerca para oír a un bañista enloquecido que se agitara y pidiera a gritos que alguien salvara a su mujer a punto de ahogarse; y estaban demasiado lejos para distinguir (si miraban demasiado pronto) que el nadador desesperado sujetaba a su mujer debajo del agua. Todavía no me encontraba en esa etapa; sólo quiero expresar la facilidad del acto, lo cuidado del planteo. Mientras tanto, Charlotte seguía nadando con concienzuda torpeza (era una sirena muy mediocre), pero no sin cierto solemne placer (¿acaso no estaba su tritón junto a ella?); y al tiempo que yo observaba, con la rigurosa lucidez de una futura meditación (es decir, tratando de ver las cosas como recordaría haberlas visto), la vítrea blancura de su cara mojada tan poco tostada a pesar de todos sus esfuerzos, y sus labios pálidos, y la desnuda frente convexa, y la tensa gorra negra, y la carnosa nuca mojada, me dije que cuanto debía hacer era quedarme a la zaga, tomar aliento, atraparla por el tobillo y sumergirme con mi cadáver cautivo. Digo cadáver porque la sorpresa, el pánico y la falta de experiencia la harían aspirar de golpe un mortal galón de lago, mientras yo la sujetaría por lo menos durante un minuto, con los ojos abiertos bajo el agua. El gesto fatal pasó como la cola de un cometa a través de la blancura del crimen completa. Era como un terrible ballet silencioso: el bailarín sostenía a la bailarina por los pies y se hundía en la penumbra cristalina. Yo no podía subir a la superficie en busca de un bocado de aire, sin dejar de sujetarla bajo el agua, para después volver a sumergirme tantas veces como fuera necesario. Y sólo cuando el telón cayera para siempre sobre ella, me permitiría pedir auxilio. Y cuando veinte minutos después, los títeres cada vez más grandes llegaran en un bote a remo, pintado a medias, la pobre señora Humbert Humbert, víctima de un calambre o una oclusión coronaria, o de ambas cosas, estaría de cabeza sobre el limo del fondo, a unos treinta pies de la sonriente superficie del lago.
Sencillo, ¿no es cierto? Sólo que... ¡no me resolvía a hacerlo!
Charlotte nadaba a mi lado –una foca confiada y torpe–, y toda la lógica de mi pasión gritaba en mis oídos: ¡Éste es el momento! Pero no podía. Me volví en silencio hacia la playa, y en silencio, concienzudamente, ella también volvió, y el infierno seguía gritando su consejo y yo seguía sin resolverme a ahogar a la pobre criatura gorda y resbalosa. Los gritos se hicieron cada vez más remotos, mientras yo me hacía clara cuenta del melancólico hecho de que ni al día siguiente, ni el viernes, ni ningún otro día o noche podría ya darle muerte. Oh, me veía a mí mismo golpeando de alienación los pechos de Valeria o lastimándola de algún otro modo, y me veía con igual claridad disparando contra el vientre de su amante y haciéndole exclamar «¡Aaah!» y desplomarse. Pero no podía matar a Charlotte, sobre todo cuando las cosas no eran a la postre tan
desesperadas, quizá, como parecían a primera vista en esa desdichada mañana. Si la atrapaba por el pie a pesar de sus pataleos, si veía sus ojos estupefactos y oía su voz atroz, si pasaba por esa ordalía, el espectro de mi mujer me acosaría durante toda la vida. Si hubiera vivido en 1447, y no en 1947, acaso habría vendado los ojos de mi naturaleza apacible administrando a mi mujer algún veneno clásico de una ágata hueca, algún delicado filtro letal. Pero en nuestra era de la clase media no habrían resultado los métodos empleados en los dorados palacios del pasado. Ahora hay que ser científico si se quiere ser asesino. No, yo no era ni una cosa ni la otra."

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miércoles, 21 de marzo de 2012

Cinémonde

Seguro que a muchos no os suena pero Cinémonde fue una revista francesa sobre cine muy importante hace unas cuantas décadas. Mirando sus portadas uno no puede evitar sentir ganas de viajar al pasado.
















Puce Moment (Kenneth Anger, 1949)

Puce Moment es un fragmento de seis minutos de la película Puce Women, que fue rodada en Hollywood antes de Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950). El argumento es idéntico: el declive de las seductoras estrellas de cine que, con el paso del tiempo, languidecen olvidadas en sus decadentes mansiones. Estos seis minutos son lo único que queda de las secuencias de prueba realizadas en 1948 para recaudar dinero.

domingo, 18 de marzo de 2012

Perry Smith, Truman Capote y "A sangre fría"

Uno de los libros que más me han sobrecogido y obsesionado es A Sangre Fría de Truman Capote. Denominado "novela periodística", en él Capote relata con exhaustividad todo lo concerniente al caso Clutter, para lo cual no dudó en entrevistarse en multitud de ocasiones con los dos asesinos.
Para el que no conozca la historia, en 1959 un violento crimen sacudió la tranquila vida de Holcomb, Kansas. Dos hombres, Perry Smith y Richard Hickock, habían asesinado a sangre fría a los cuatro miembros de una familia.
Sin duda la persona que más interés despierta tanto para el lector como para el propio Capote, es Perry Smith. A continuación os pongo dos fragmentos del libro. El primero es un informe psiquiátrico sobre la personalidad de Smith. El segundo son unas declaraciones del propio Smith recordando el día del asesinato.

"Perry Smith presenta síntomas indiscutibles de una grave enfermedad mental. Su infancia, que él me relató se caracterizó por la brutalidad e indiferencia de ambos progenitores. A lo que parece, ha crecido sin orientación, sin amor, y sina similar nunca un sentido claro de los valores morales… Capta con hipersensibilidad todo lo que sucede a su alrededor y no presenta síntoma alguno de confusión. De inteligencia superior a la media, en los rasgos de su personalidad destacan dos claramente patológicos. El primero es su paranoica orientación hacia el mundo externo: es receloso y desconfiado, tiende a creer que los demás lo discriminan. Es hipersensible a las críticas, capta inmediatamente el desprecio o la ofensa, y con frecuencia malinterpreta las palabras bienintencionadas. Agrupa a las personas considerándolas en masa hipócritas, hostiles y merecedoras de cualquier cosa que él pueda hacerles. Relacionado con este rasgo aparece otro, una rabia, siempre presente, pero dominada, que se dispra fácilmente ante la menor sensación de ser engañado, despreciado o considerado inferior. En su mayor parte, los accesos de ira de su pasado se dirigieron contra símbolos de autoridad: padre, hermano mayor, sargento, funcionario que le concedió libertad bajo palabra; y en varias ocasiones lo impulsaron a una conducta violentamente agresiva. Tanto él como las personas que frecuenta conocen estos ataques de ira que, según dice, “le suben por dentro” y el poco dominio que tiene sobre ellos. Esa rabia, cuando se vuelve contra sí mismo, le provoca la idea de suicidio. Además de estas características, el sujeto presenta síntomas de desorden en sus procesos mentales. Tiene escasa capacidad de ordenar su pensamiento, no parece en condiciones de organizarlo o sintetizarlo y algunos de su razonamientos reflejan un contenido “mágico” y a la vez , un desprecio de la realidad… Para un diagnóstico exacto sería necesario un examen más profundo, pero la actual estructura de su personalidad se acerca mucho a una esquizofrenia paranoica."
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 "Antes de que lo amordazara, el señor Clutter me preguntó y ésas fueron sus últimas palabras, quiso saber como estaba su mujer, si estaba bien. Y yo le dije que sí, que muy bien, que estaba a punto de dormirse (...) Y no es que le estuviera tomando el pelo. Yo no quería hacer daño a aquel hombre. A mi me parecía un señor muy bueno, muy cortés. Lo pensé así hasta el momento en que le corté el cuello.
(...) Pero no me dí cuenta de lo que había hecho hasta que oí aquel sonido, como de alguien que se ahoga, que grita bajo el agua. Le di la navaja a Dick (...) le entró pánico. Quería largarse de allí, pero yo no le dejé. El hombre iba a morir de todos modos, ya lo sé, pero no podía dejarlo así. Le dije a Dick que cogiera la linterna y lo enfocara. Cogí la escopeta y apunté. La habitación explotó. Se puso azul. Se incendió. Jesús, nunca comprenderé como no oyeron el ruído a treinta kilómetros a la redonda."

Las últimas palabras de Perry Smith antes de morir ahorcado fueron: "Pienso que es una cosa infernal quitar la vida de este modo. No creo en la pena de muerte ni legal ni moralmente. Puede que hubiera podido contribuir en algo. No sirve de nada que pida perdón por lo que hice. Hasta está fuera de lugar, pero lo hago, pido perdón."

sábado, 17 de marzo de 2012

Virgil Finlay

Virgil Finlay (1914 - 1971) fue un ilustrador americano especializado en fantasía pulp, ciencia ficción y terror. Uno de los métodos que usaba para sus ilustraciones es el denominado scratchboard (traducible aproximadamente como “raspado sobre madera”). Este método se utiliza comúnmente para imitar el grabado sobre madera. Consiste en aplicar sobre el papel (o la superficie en la que se va a dibujar) una fina película de arcilla blanca y encima una capa de tinta negra, o al revés. Luego, con la punta de un cuchillo o algún otro instrumento afilado, se raspa en los lugares que se desee la tinta negra o la arcilla blanca para revelar la superficie que hay debajo.
Se calcula que a lo largo de toda su carrera Virgil Finlay llegó a producir unas 2.500 ilustraciones. Aquí os dejo una pequeña muestra.










viernes, 16 de marzo de 2012

Little Grey Rabbit


Ayer me llegó esta pequeña joyita. Es una edición de 1955 que, como podéis ver, parece haber tenido una vida intensa. En la primera página tiene escrito "To (ilegible) with love from Tony", lo cual hace que tenga más encanto y misterio aún.

Cuando era chiquitina mis padres me regalaron "La merienda de Rata de Agua" de la misma autora y se convirtió en mi cuento favorito durante muchos años, aunque confieso que casi me gustaba más por las bonitas ilustraciones de Margaret Tempest que por la historia en sí.


Si queréis recuperar algún cuento de vuestra infancia o simplemente tener una edición antigua de algún cuento que os guste (como por ejemplo ÉSTA joyaza) y no os importa que esté en inglés os recomiendo encarecidamente una pequeña tienda de Herefordshire (Inglaterra) llamada The Children's Bookshop. Podéis echarle un vistazo a su página web/catálogo pinchando AQUÍ

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jueves, 15 de marzo de 2012

Alice in Wonderland (1903)

En 1903 se realizó la primera adaptación al cine de Alicia en el país de las maravillas. Corrió a cargo de Cecil Hepworth y Percy Stow. Con sus doce minutos de duración (de los cuales sólo se conservan ocho), fue la producción más larga del cine británico en aquella época. Recientemente se ha recuperado con gran esfuerzo por parte de los restauradores del archivo nacional de cine británico. Bryony Dixon, el restaurador del cine mudo del BFI contó: “La cinta fue donada en la década de los 60 por el gerente de un cine, quien donó varias cosas. Entre esas cosas se encontraba este film incompleto, en muy malas condiciones. Debe de haber sufrido daños por el agua y la parte que más dañada resultó fue el borde, donde la emulsión se despegó de la base en varios lados. Sobre eso no se puede hacer nada, una vez que se salió, es irrecuperable.”

Como curiosidad, casi todos los actores son miembros de la familia Hepworth, incluyendo a su señora como la reina roja y al gato de la casa como el gato de Cheshire.

Sin duda, un tesoro para los amantes del cine mudo y para los fanáticos del libro.


miércoles, 14 de marzo de 2012

Fragmento de "Memorias de la casa muerta" (Fiódor M. Dostoievski)

"Durante un tiempo también vivió en la prisión un águila, un ejemplar de águila de la estepa, una especie de pequeño tamaño. Alguien la había traído herida y extenuada al penal. Todo el presidio la rodeó; no podía volar: arrastraba por tierra el ala derecha y tenía una pata dislocada. Recuerdo qué miradas tan feroces lanzaba a su alrededor, examinando a la curiosa multitud, abriendo el pico curvo, dispuesta a vender cara su vida. Cuando, hartos ya de mirarla, los presos empezaron a dispersarse, el águila se apartó cojeando, dando saltitos sobre una pata y agitando el ala sana, hasta el extremo más distante del penal, donde se agazapó en un rincón, apretada con fuerza contra la empalizada. Allí pasó unos tres meses, sin salir en todo ese tiempo ni una sola vez de su rincón. Al principio iban a menudo a verla y azuzaban a los perros contra ella. Shárik se lanzaba con fiereza contra ella pero luego se veía que le daba miedo acercarse del todo, cosa que divertía mucho a los reclusos. Más adelante, el propio Shárik empezó a maltratarla cruelmente, ya no sentía temor y, cuando lo azuzaban, se las apañaba para agarrarla por su ala dañada. El águila se defendía encarnizadamente, con las garras y con el pico; orgullosa y salvaje, como un monarca herido, agazapada en su rincón, examinaba con la mirada a los curiosos que se acercaban a verla. Finalmente, todos se cansaron de ella; la dejaron en paz y la olvidaron, si bien cada día podían verse al lado de ella pedazos de carne fresca y un recipiente con agua, de modo que alguien se ocupaba del águila. Al principio no quería comer y así estuvo unos cuantos días; finalmente empezó a aceptar el alimento, aunque nunca lo tomaba de la mano ni en presencia de la gente.

Varias veces tuve ocasión de observarla desde lejos. Como no veía a nadie y creía que estaba sola, a veces se decidía a apartarse un poco de su rincón: avanzaba cojeando a lo largo de la empalizada hasta alejarse diez o doce pasos de su sitio, después regresaba, y otra vez volvía a salir, como si estuviera haciendo ejercicio. En cuanto me veía volvía de inmediato a su rincón cojeando y dando saltitos pero a toda prisa, y una vez allí echaba la cabeza hacia atrás, abría el pico y erizaba el plumaje, aprestándose para la lucha. Nunca fui capaz de aplacarla con caricias: intentaba darme picotazos y peleaba, no aceptaba la carne de vaca que le ofrecía y, todo el tiempo que estaba al lado de ella, me miraba fijamente a los ojos de un modo feroz y penetrante. Apartada, rencorosa, esperaba la muerte, sin fiarse de nadie, sin someterse a nadie. Al final pareció que los reclusos volvieron a acordarse del águila, y aunque nadie se había preocupado ni había pensado siquiera en ella durante unos dos meses, de pronto se despertó una especie de compasión generalizada por el ave. Se apuntó la idea de sacarla del penal. "Si tiene que morir, que no sea en prisión", decían algunos.

Un día, después de la comida, cuando el tambor anunció la salida para el trabajo, cogieron el águila, le cerraron el pico con la mano porque intentaba combatir ferozmente, y se la llevaron fuera del penal. Llegaron hasta el terraplén. Los reclusos, unos doce, que integraban esta cuadrilla estaban intrigados por ver dónde iría. Curiosamente, todos parecían satisfechos, como si fueran ellos mismos quienes, en alguna medida, recobraran la libertad.

Desde el terraplén, soltaron el águila hacia la estepa. Era un día frio y gris de pleno otoño. El viento silbaba en la extensión desnuda y resonaba en la hierba de la estepa: amarillenta, reseca, hecha jirones. El águila se lanzó en línea recta, agitando el ala lastimada, como si se apresurara a escapar de nosotros, partiendo a la aventura. Los reclusos seguían con curiosidad las apariciones intermitentes de su cabeza en la hierba.

- ¿Os habéis fijado? -dijo uno pensativo.

- ¡Y nunca mira para atrás! -añadió otro-. Ni una sola vez, compañeros, ha mirado para atrás, ¡solo piensa en escapar!

- ¿Qué te creías, que iba a girarse para darte las gracias? -observó un tercero.

- La libertad, ya se sabe. Y ella ya presiente la libertad.

- Si, la libertad...

- Y ya no se la puede ver, compañeros...

- ¿Qué hacéis ahí parados? ¡en marcha! -gritaron los soldados de la escolta, y todos, en silencio, se dirigieron despacio al trabajo."

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martes, 13 de marzo de 2012

Lucifer Rising (Kenneth Anger, 1972)

Esta película se inició en 1966. Su amplitud es mítica y enorme. Parece abarcar milenios y, si no el universo, el planeta entero. Anger mezcla numerosas religiones para sugerir que, en cierto sentido, son intercambiables y que todas abordan aspectos cósmicos similares. Buena parte del guión se basa en las enseñanzas de Crowley, así, el Lucifer de Anger es el de Crowley: no es Satán, sino más bien el dios de la luz, Venus o la Estrella del Alba. Una figura que simboliza el despertar, la creatividad y la independencia.


domingo, 11 de marzo de 2012

Scena Illustrata

Scena Illustrata era una revista quincenal italiana fundada en Florencia en el año 1865. Sus principales temas eran el arte, la literatura, el teatro y la actualidad. Sus páginas contaban con mumerosas ilustraciones y fotografías que acompañaban reportajes tanto de Italia como de toda Europa. Hoy en día echarle un vistazo a sus páginas nos da una idea de la sociedad y la cultura italiana del siglo XX. Lo que más destacaba eran sus portadas, pequeñas obras de arte que no desentonarían enmarcardas en la pared de una habitación (doy fé de primera mano). En la actualidad estas revistas son verdaderos objetos de coleccionista. Aquí os dejo una pequeña muestra tanto de las portadas como de sus páginas interiores. No sé a vosotros pero a mí me parecen una delicia.